LOS CASETES DEL PÁRAMO DE AVELLANOSA
Los casetes son pequeñas construcciones en piedra seca que podemos encontrar en el páramo y sus laderas. En las imágenes no aparecen todos, solo los más representativos y se ha incluido algunos situados más allá de la raya del término municipal, ya en las Hormazas, la Celadas o Susinos.
La técnica de la piedra seca, consiste en la construcción empleando solamente piedras encajadas entre ellas, sin ningún tipo de mortero o argamasa de tierra, y mucho menos cemento.
En el páramo no falta piedra a usar como material de construcción y se aprovechó la resultante de limpiar las tierras, usándola en su estado natural, sin tallar o picar. No es de extrañar que muchos casetes se encuentren al lado de los morcueros. Otras construcciones en piedra seca son los corrales, las lindes de las tierras, de las que todavía se puede distinguir alguna en las laderas, las tapias de las huertas, las terrazas de los marjales, de los que aquí hay pocos, los muros de contención de las eras y alguna covacha. Se trata de una técnica muy antigua, usada durante siglos, lo que hace que estas construcciones sean muy difíciles de datar sin un testimonio oral o escrito, ya que su forma es puramente funcional sin elementos de estilo que permita situarlos en el tiempo.
En base a su función, en Avellanosa podemos encontrar dos tipos de casetes:
- los casetes de pastor
- y los casetes del guarda:
Los primeros están relacionados con la práctica de la ganadería ovina aprovechando los barbechos y yermos. Estos casetes no eran cabañas o majadas como las que podemos encontrar en la Sierra, es decir, no estaban destinados a hacer noche en ellos, la distancia des del pueblo no lo hacía necesario y por la noche el pastor volvía al pueblo. Su función era servir de refugio o abrigo para protegerse del viento, de la lluvia o del sol. Según la protección que proporcionaban los hay de dos tipos: los más sencillos tienen la planta en media luna, y forman un paraviento, una pantalla hecha de piedras para guarecerse cuando sopla el cierzo, de estos quedan algunos en los Pinos.
El otro tipo era más elaborado y permitía protegerse de la lluvia o el sol y para ello disponían de un techo. Tienen forma de cono, con la base circular o en herradura, abierta por delante. Los muros son anchos en la base y se van estrechando a medida que ganan altura; a la vez, las piedras se van cerrando hacia el interior para facilitar el cierre de la cubierta. En algún caso se cierran del todo, formando una falsa cúpula como el casete de la raya de Susinos. Los sistemas de cubrición más utilizados eran con una gran losa plana, como en el Borquillo, o bien con palos usados como bigas que soportaban piedras planas colocadas entre ellos, que era el sistema más común.
Los otros eran los casetes del guarda: a mediados del siglo pasado hubo en el pueblo un guarda del coto que dominaba la técnica de la piedra seca y que construyó una serie de casetes en el páramo, donde esconderse para poder vigilar el coto sin ser visto. Estos casetes eran algo distintos: eran cilíndricos, con forma de tambor y puerta en un lado, que podía tener dintel de piedra. Alguno tenía la particularidad de disponer de troneras, pequeñas ventanas en tres o cuatro costados, des de las cuales podía observar el territorio. En ellos la cubierta era de palos y piedras. Situados en la parta alta del páramo para tener una mejor visión la mayoría han desaparecido (queda el de los Lentejares).
Por su sencillez se trata de construcciones que se integran dentro del llamado patrimonio humilde, es decir, elementos que forman parte de nuestro patrimonio cultural pero con una relevancia baja. No se trata de construcciones con un componente artístico o relacionado con grandes hechos históricos, como son las iglesias o los castillos. Ello, evidentemente, dificulta su conservación. No obstante tienen el valor de ser el testimonio de unas formas de trabajo y de vida que hoy han desaparecido y constituyen parte de la historia y la identidad de los pueblos.
La concentración agraria se llevó por delante alguno de ellos, los que estaban en medio del páramo, sin embargo todavía quedan suficientes ejemplares representativos, como los de Valdetan, Quintanafrela, los Lentejares, la Fuente del Sastre o las Talayas, además de otros que se han conservado en la raya con otros pueblos, como el corral de Robledo (las Celadas), los de los Pinos (las Hormazas) o el que hay en la raya con Susinos.